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ME SUBO A LAS ESTRELLAS,Y ME TIRO DE CABEZA

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cuando.Quiere.LLover.Y.No.LLueve.

Cuando quiere llover y no llueve se secan los pantanos de ideas. Cuando quiere llover y no llueve se agota la melancolía, el agua de los artistas, la sed de los solteros y de los que no están cansados, también. El cielo envida tormenta, el día nos miente sobre su edad y entre tanto farol mal calibrado, todos acaban alumbrando sobre mojado.
Hay que ver qué pocos colores siguen vivos cuando quiere llover y no llueve. La mayoría de tonalidades reptan moribundas hasta la retina, a medio camino entre el gris de los banqueros grises y el negro de sus cuentos corrientes para no dormir. Incluso a los más agraciados se les sube el pálido fluorescente de ascensor, ése que nos sienta a todos tan bien.
Vivimos de reojo cuando quiere llover y no llueve. Nadie se atreve a hacer planes, se aplazan las ilusiones más frágiles, que son las cotidianas, y así no hay forma humana de sonreír, ni mucho menos de sonreírse. Además, en cualquier momento todo puede precipitarse, y habrá que buscar con urgencia ese sofá que regale abrazos y esa manta voladora que nos transporte tan lejos como lo permita un the end.
En medio de tanto desfile de paraguas cerrados, los altos mandos milibares parecen los únicos preparados para las altas presiones. Y es que cuando quiere llover y no llueve, hasta los insignificantes hombres del tiempo se vienen arriba en su minuto de fama, deleitándose en ese momento de máxima audiencia en el que pronunciarán sus tres palabras mágicas, ese fin, ese de, ese semana.
Ese en fin.